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«Realmente no nos tomamos en serio las emociones displacenteras de los niños»

«Realmente no nos tomamos en serio las emociones displacenteras de los niños»

José Serrano, psicólogo del Ayuntamiento de Olivenza y profesor de Psicología en la UEx, aborda en un nuevo libro como afrontar las emociones incómodas que pueden afectar a las relaciones de parentalidad.

Eva María Nevado

Miércoles, 17 de febrero 2016, 14:37

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Ante la fiebre, se aplica la medicación adecuada; ante el hambre, se da un plato de comida; ante el frío, se pone un abrigo, pero ¿qué se puede ofrecer a un niño o niña cuando manifiesta sentir miedo, vergüenza, celos o tristeza?.

Estas emociones displacenteras, o emociones incómodas como prefiere denominarlas el psicólogo del Programa de Atención a la Familia en el Ayuntamiento de Olivenza y profesor de Psicología en la Universidad de Extremadura, José Serrano Serrano, son a veces ignoradas por los padres y madres o generan en ellos las mismas emociones displacenteras que presentan sus hijos.

Ante la ausencia de una educación emocional que prepare para afrontarlas y evitar que deriven en problemas de conducta o trastornos depresivos, ayudar a identificar y gestionar estas emociones es el objetivo del libro Padres con emociones displacenteras. Cuando la historia personal daña la parentalidad, escrito por José Serrano Serrano.

Serrano explica que sentir emociones displacenteras es algo normal y lo compara con una necesidad fisiológica, ya que «necesitamos tenerlas para adaptarnos en determinadas situaciones». El problema no es sentirlas sino que conlleva ese sentimiento y a que conductas nos dirige, por ejemplo, si nos culpamos por sentir tristeza o porque nuestro hijo o hija la sienta.

Las emociones incómodas más habituales son el miedo, la ira o la tristeza. Ante la manifestación por los menores de estas emociones padres y madres pueden contagiarse de la misma o responder enfadándose o castigando porque realmente no saben cómo afrontar la situación.

Para Serrano tiene gran peso en esas reacciones la historia personal de cada uno ya que «la forma en la que nos han educado tiene mucho que ver con la forma en la que afrontamos las emociones displacenteras». Un ejemplo de la influencia de cuestiones sociales y culturales es el hecho de que los hombres, por lo general, sean más reacios a expresar emociones.

Mientras no exista la citada educación emocional «que sería adecuada desde la etapa infantil» o «Escuelas de Padres que preparen para el nacimiento de los hijos», el psicólogo oliventino ofrece algunas pautas para afrontar de la mejor manera posible las emociones displacenteras ya que «realmente no nos las tomamos en serio»

Entre sus recomendaciones está no ignorar la emoción de los niños, ponerse en su lugar, estar accesible cuando quieran manifestarlas, no culpabilizarles por sentirlas y no reescribir la historia personal vivida con los padres y madres.

Apunta la importancia de conocer los límites y respetar las capacidades de los menores para evitar que nuestras actitudes puedan ser causa de algunas de esas emociones, como la tristeza por no satisfacer las expectativas de los demás. Destaca además que es esencial trabajar la tolerancia a la frustración y poner límites.

En definitiva, se trata de reflexionar sobre las emociones ya que «si no lo hacemos tenemos más probabilidades de llegar a actuar», explica Serrano. Por ejemplo, sentir celos y no expresarlos o abordarlos puede llevar a una conducta agresiva hacia quien los provoca.

El psicólogo municipal concluye con una imagen de la que debe ser la actuación de padres y madres comparándolos con un contenedor. La basura emocional de los niños y niñas son esas emociones displacenteras, explica, y necesitan de un contenedor donde depositarla para que sea tratada, pero «si tenemos ciertos agujeros, esa basura se desparrama».

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