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Fernanda Blasco, en su casa, con un ejemplar de la causa de canonización de san Juan Macías.
«El Milagro del Arroz fue un aldabonazo para seguir ayudando a los más necesitados»

«El Milagro del Arroz fue un aldabonazo para seguir ayudando a los más necesitados»

Fernanda Blasco es toda una institución en Olivenza. Testigo directo del Milagro del Arroz en 1949, cuenta con una dilatada trayectoria dedicada a la docencia y a la acción social en la ciudad que le ha hecho merecedora de varios reconocimientos en los últimos años.

JUAN MIGUEL MÉNDEZ PEÑA

Jueves, 4 de enero 2018, 00:23

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Uno de los nombres propios de este año en Olivenza es el de Fernanda Blasco Mendoza (Olivenza, 25 de noviembre de 1923). A sus 94 años recién cumplidos cuenta con una memoria prodigiosa y sus vivencias son historia viva de Olivenza. Dedicada desde su más tierna juventud a los demás, ha centrado su actividad en la docencia y en la comunidad parroquial de la ciudad, a través de la institución religiosa Hogar de Nazaret a la que pertenece. El pasado mes de junio descubrió una placa de la plazuela en donde se ubica su domicilio y que lleva su nombre. Caracterizada por su humildad y su vocación social, cree que si en el mundo hubiese más gente dedicada altruistamente a los demás «nos iría mucho mejor».

- ¿Cómo se desarrolló su infancia?

- Fui la sexta y última de seis hermanos y fui muy feliz hasta 1936 en que la Guerra Civil nos arrebató a mi padre, de 63 años, y único hermano varón con 25. Mi padre era médico en Olivenza y el día que entraron las tropas nacionales en la ciudad se los llevaron para matarlos.

- ¿Guarda algún rencor?

- Ningún rencor, ningún rencor. Perdono completamente a todos los que nos hicieron sufrir. En mi casa habíamos vivido la fe cristiana desde siempre y teníamos relación cercana a la Iglesia.

- ¿Y cómo vivió los difíciles años de postguerra?

- Estaba muy arropada por mi familia y tuve la suerte de tener una maestra maravillosa, doña Antonia Rodríguez, que se empeñó en que estudiara, buscándome becas para ello, pues teníamos escasez de medios económicos. Cursé bachillerato y empecé a colaborar con el sacerdote don José Hidalgo Marcos, que llegó a Olivenza cuando yo tenía 10 años, y enseguida aglutinó a un grupo de jóvenes para trabajar por los pobres, desde una fe verdaderamente arraigada.

- ¿Qué le supuso comenzar a trabajar con D. José Hidalgo?

- Desde que empezamos a trabajar con él, para nosotros la ayuda a los pobres fue algo fundamental. D. José empezó a trabajar en 'La Farrapa', desde Acción Católica, que había fundado, y nos formábamos a la misma vez que trabajábamos en las Academias de Obreras, donde también dábamos catequesis a las niñas. D. José nos trajo la Compañía de María, por lo que la formación en Bachillerato, que hasta el momento había sido mixta, la recibimos un grupo de chicas de la ciudad en la propia Compañía.

- Y termina Bachillerato y estudia Magisterio...

- Terminé Magisterio y tuve la suerte de que fui de las primeras maestras del colegio del 'Sagrado Corazón' que había fundado D. José Hidalgo, con el apoyo de la señora Castora 'La Salamina'. Se convocaron oposiciones, las saqué y D. José consiguió que el Ministerio de Instrucción Pública empezara pagando los maestros a través del patronato creado, que podía elegir los maestros dentro del escalafón. En el año 1946 yo fui una de los cuatro primeros docentes, junto a Juan Ramallo, Natica Gómez y María Ortés (teresiana). Empezamos dando clase a decenas de niños y niñas, en dos clases de párvulos y dos unitarias.

- Y llega a Olivenza un nuevo sacerdote, D. Luis Zambrano Blanco...

- Efectivamente, D. Luis Zambrano se hizo cargo de la parroquia de Santa María Magdalena en el año 1945 y acordó con D. José Hidalgo, párroco de Santa María del Castillo, un reparto de los jóvenes que por entonces trabajábamos en la comunidad parroquial. Fue dura la separación y nos costó muchísimo acostumbrarnos a los cambios, pero seguimos trabajando igualmente con las catequesis, la ayuda a los pobres, etc. Y yo seguí yendo a las Escuelas del 'Sagrado Corazón', en que D. José era director.

- ¿Qué destaca de la personalidad del Venerable Luis Zambrano?

- Pues fundamentalmente, era alguien muy cercano, y desde el primer momento desarrolló una gran labor social desde la Parroquia. D. Luis, además de fundar varias cofradías y hermandades en Olivenza, creó la institución religiosa Hogar de Nazaret, que comenzó con dos religiosas, y puso en marcha un comedor social en lo que hoy es casa parroquial, para niños desfavorecidos en las que Paco González Santana también les daba las primeras enseñanzas.

- ¿Cómo vivió el Milagro del Arroz?

- Los domingos se llevaba la comida condimentada a las casas de los más necesitados, en viviendas comunitarias que había en lo que hoy es centro de salud y en el antiguo cuartel de caballería. La comida era donada por los fieles a Acción Católica que se encargaba de distribuirla. Aquel 23 de enero de 1949 el grupo de señoras que le tocaba donar los alimentos, por las razones que fueran, se habían olvidado de llevar las aportaciones. La cocinera, Leandra Rebollo Vázquez, sólo disponía de tres cazones de arroz y lo puso en la olla a fuego lento, tras decir «Ay, Beato, y tus pobres sin comida», refiriéndose al entonces beato Juan Macías, al que tenía devoción por ser de su pueblo, Ribera del Fresno. Se fue ha hacer otras cosas y al volver vio que la olla rebosaba arroz y sin salirse. Allí estaba también la madre del párroco, doña Josefa, y Paco González Santana. Enseguida nos avisaron para que fuésemos, llegamos y allí estuvimos presenciando los hechos desde el primer momento en que se constató que aquello era un hecho extraordinario.

- ¿Creyó en algún momento que era una broma?

- Yo no vi el arroz que echó Leandra, pudo haberse equivocado, tomarnos el pelo... Pero, claro, al empezar a vaciar la olla llenando vasijas para los niños, pudimos observar cómo del fondo de la olla empezó a brotar otra vez granos de arroz condimentado hasta que se llenó otra vez. Terminaron de comer los niños hasta saciarse y trajeron algunas ollas grandes de matanza que se llenaron con el arroz que brotaba de la olla pequeña que estaba en la hornilla que tampoco hizo falta alimentar con carbón vegetal durante todas las horas que obró el milagro, desde la una hasta las cinco de la tarde en que llegaron diciendo que ya no había más casas a las que llevar arroz. El milagro lo vio todo el mundo que quiso, fue un trasiego de gente que subía y bajaba en la casa parroquial.

- ¿Y cómo llegan a la conclusión de que eso fue un milagro?

- D. Luis llamó al Obispado para comunicarlo y nosotros seguimos haciendo vida normal. Un tiempo después llegó a Ribera del Fresno un monje dominico, orden a la que pertenecía al entonces Beato Juan Macías. Fue ese dominico quien comunicó el hecho a la Orden y enseguida vinieron para preguntarnos si estábamos dispuestos a certificar y dar fe de ese asunto. Habíamos guardado parte de aquel arroz como reliquia, fue analizado en laboratorios de Valencia y en Roma. En Badajoz se constituyó en 1961 un tribunal eclesiástico para la causa de los Santos y allí fuimos a testificar.

- ¿Notó un antes y un después en la vida parroquial tras el milagro?

- El párroco no quiso darle mucha importancia hasta que la Iglesia no se pronunciara sobre los hechos. La vida en la parroquia sigue normal hasta que empieza a moverse toda la causa de canonización, aunque era inevitable escuchar comentarios y expresiones en Olivenza sobre 'el arroz de don Luis'. El milagro no se certifica hasta el año 1974 y en 1975 canonizan a San Juan Macías. Para nosotros esa vivencia fue extraordinaria, pues ante gente humilde de pueblo Dios había estado allí tan cerca, obrando en una cosa tan sencilla, pero tan necesaria para dar de comer a los más pobres. Para nosotros, la certificación de este milagro, fue también un aldabonazo para seguir con nuestra labor social y caritativa.

- ¿Cómo recibieron la noticia de la canonización de San Juan Macías?

- Yo lo último que hice como docente fue ser directora del colegio 'Cristo Rey', para niñas sin escolarizar, y que actualmente es un centro de menores gestionado por la Junta de Extremadura. En aquellos días fuimos de excursión a Salamanca y nos enteramos por un artículo de prensa por un periódico que compró una compañera. En Olivenza recibimos la noticia con mucha alegría y fuimos muchos a la misa de canonización a Roma, donde pude estar junto a Leandra Rebollo cerca del papa Pablo VI, al que pudimos conocer.

- En los últimos años Olivenza le ha reconocido su dilatada trayectoria social. ¿Cómo se siente viviendo en una plaza que lleva su nombre?

- La verdad es que me llevé una sorpresa, porque no sé qué es lo que he hecho para que me hagan estos homenajes. En el año 2000 el Ayuntamiento también me había hecho un reconocimiento con motivo del Día Internacional de la Mujer, pero ponerme una plaza... Yo sólo quiero hacer el bien y ayudar en lo que pueda a quien lo necesite.

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