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Carta de visita. CEDIDA
Una carta de visita decimonónica, pieza del mes de abril 2019 del Museo de Olivenza

Una carta de visita decimonónica, pieza del mes de abril 2019 del Museo de Olivenza

El Museo de Olivenza presentó el pasado mes de abril un modelo de carta de visita de 1860-1870, en color sepia, en la que figura una mujer de pie vestida con traje largo, abotonado en el delantero y con miriñaque debajo

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Domingo, 30 de junio 2019, 01:10

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El invento de la fotografía en las primeras décadas del siglo XIX supuso uno de los adelantos técnicos más importantes de la historia; por primera vez la realidad podía ser registrada tal cual era, paralizada para siempre en un instante que lograba traspasar la barrera del tiempo.

Muchos contribuyeron a su perfeccionamiento, pero fue Louis Daguerre quien revolucionó para siempre la industria logrando una placa en positivo única gracias a la evaporación del mercurio, consiguiendo una imagen revelada. Nace el daguerrotipo, en Francia, en 1839.

Hasta el nacimiento de este, el retrato pintado era la única forma de representación, y por su alto valor, era considerado un bien escaso y de lujo.

A pesar de la popularidad que alcanzó este invento en la década de 1840, el alto costo de producción y la imposibilidad de producir copias de la imagen, transformó al daguerrotipo en un objeto al que muy pocos podían acceder.

Se experimentó con nuevos procedimientos, que buscaban sobretodo acercar ese arte a la gente.

Hoy en día, cambiar nuestra foto de perfil o hacer un selfie para compartirlo con todos nuestros amigos, es algo muy cotidiano. Sin embargo, para la mayoría de las personas del siglo XIX tener un retrato propio era extraño, por considerarlo un objeto prohibitivo al que pocos podían acceder.

Esto fue así hasta que en 1854 el francés André Adolphe Disdéri patentó un nuevo método fotográfico que permitió masificar y popularizar el arte del retrato dando origen a la famosa carta de visita (carte de visite). Con una cámara poco convencional con 4 objetivos conseguía obtener, en una misma toma, hasta ocho fotografías pequeñas en vez de una de gran formato. A partir del negativo generado, se podían hacer infinidad de copias en papel albúmina y a mitad de precio. Gracias al retrato de Napoleón III realizado por Disdéri, la carta de visita se convirtió en el objeto más codiciado de Francia y después de toda Europa, consiguiendo su autor un éxito sin precedentes que le hace rico y famoso. Se trataba de una pequeña fotografía rectangular vertical, (5,5 centímetros de ancho por 9 de alto), pegada sobre un soporte de cartulina algo mayor en el que figuran impresos en la parte inferior o en el dorso algunos datos del fotógrafo autor de la imagen. Su nombre deriva del hecho de que su tamaño era similar al de una tarjeta de visita, aunque raramente se utilizaran con esa finalidad.

El Museo de Olivenza presentó el pasado mes de mayo un modelo de carta de visita de 1860-1870, en color sepia, en la que figura una mujer de pie vestida con traje largo, abotonado en el delantero y con miriñaque debajo. Porta en su mano derecha un abanico y apoya la izquierda sobre el respaldo de una silla torneada.

Por regla general, la elección del vestuario en estas fotografías nunca es casual. El fotografiado o fotografiada posará con sus mejores galas o con aquellas que mejor representan su función social.

El escenario suele tener un telón de fondo, a veces liso, a veces pintado con paisajes. El suelo podía simular empedrado, hierba o cubierto con una alfombra. Se completaba con objetos que evidenciaban la profesión del fotografiado o su naturaleza moral, valiéndose además de plintos, telones de fondo, cortinajes, muebles de la época, etc.

En el reverso de la carta de visita que exponemos aparece impreso el nombre del fotógrafo en color verde. Se trata de E.B. sucesor de J. Martínez Sánchez, Puerta del Sol, nº 4, Madrid.

José Martínez Sánchez (1807-1874), natural de Bicorp (Valencia), tenía dos gabinetes fotográficos, uno en Madrid y otro en Valencia. Considerado por los historiadores de la fotografía uno de los primeros maestros españoles y uno de los más sobresalientes fotógrafos de obras públicas del siglo XIX, debido al reportaje de estas edificaciones que realizó por toda España junto a su socio J. Laurent para la Exposición Universal de París en 1867. También destaca por ser el primer fotógrafo, junto con Antonio Cosmes, en realizar un reportaje oficial de un viaje de la reina Isabel II a Valencia en 1858. Tomó parte en la investigación y divulgación de las técnicas fotográficas con el descubrimiento, junto a Laurent, del procedimiento leptográfico, en 1866. Se trata de la utilización de un papel fotográfico que se vendía ya sensibilizado.

Martínez Sánchez deja Madrid en 1870 para instalarse definitivamente en Valencia, donde muere en 1874. El estudio queda a cargo de su sobrino Eduardo Blasco, entre 1869 y 1900.

Las tarjetas de visita fueron populares hasta 1900 cuando Kodak introdujo la cámara Brownie y las instantáneas fotográficas se volvieron un fenómeno de masas.

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