

ROCÍO ROMERO
Martes, 12 de mayo 2020, 01:08
Ha sido un boom. Hasta hemos tenido llamadas de otras provincias. Un día estábamos en la puerta de un domicilio y no nos abrían, así que llamamos al cliente. Este insistía en que estaba dentro. Ya le preguntamos que desde dónde llamaba y nos respondió que de Granada, pero la calle se llamaba igual que otra de aquí. Y le dijimos: ¡Pero si nosotros somos una heladería de Badajoz!».
Este es solo un ejemplo de que Los Valencianos está creciendo en mitad de la crisis. Otro es que este domingo, con una máxima de 32,8 grados en la capital, si llamabas sobre las tres de la tarde te advertían que la entrega iba a ser durante la tarde, y tarde. El encargo llegaba cuatro horas después. Pero a muchos pacenses no les importa con tal de volver a saborear la primavera.
La historia de esta heladería es la de la familia Sala, que lleva más de sesenta años con el negocio. El padre, Miguel Ángel, falleció el año pasado y desde entonces son su mujer y sus tres hijos quienes están al frente.
Con la pandemia tuvieron que hacer un ERTE y mandar a casa a los siete empleados de los dos establecimientos que mantienen. Son los de Olivenza y la avenida de Villanueva, dado que cerraron la cafetería de El Faro en septiembre. Mantuvieron al empleado de la oficina haciendo sus tareas desde casa.
Pero la familia pudo seguir trabajando en mitad de la pandemia porque están considerados de primera necesidad. «Nuestros helados solo llevan leche, fruta y agua», dice la hija mayor, Vanesa, con orgullo. Así que comenzaron a trabajar con la idea de que un hermano probara suerte con el envío a domicilio y los otros dos aprovecharan el tiempo para pintar la nave donde tienen la fábrica, en Olivenza. Pero las paredes siguen del mismo color. «No hemos parado. Esto ha sido una locura».
El resultado es que una de sus empleadas se incorpora este jueves y tienen previsto que el resto vuelvan a sus puestos en las próximas semanas. De hecho, quieren aumentar la plantilla con motoristas que entreguen los pedidos. Ahora deben adquirir motos y rotularlas.
Es la primera vez que dan este paso. Su padre nunca quiso que los helados de Los Valencianos se sirvieran en otro lugar que no fueran sus heladerías. Ni siquiera atendió las peticiones de restaurantes, dicen sus hijos.
Pero la crisis les hizo animarse y ahora no hay vuelta atrás. Vanesa, la mayor, organiza los repartos y atiende la tienda de Badajoz, que abrió este lunes. En cada envase escribe un mensaje de ánimo. Lo hicieron desde el principio y saben que ha calado porque reciben encargos para regalo pidiendo ese detalle. Muchas llamadas entran desde Madrid con destino a un familiar en Badajoz y el encargo más lejano es el de un italiano. Patricia coge el teléfono (uno móvil y otro fijo) para atender los pedidos. Y Javier distribuye las bolsas por Badajoz con los dos camiones frigoríficos de la casa.
Los jueves los dedica a llevar los helados a los pueblos del entorno. La madre, Patricia Mira, atiende la tienda de Olivenza y hace el reparto por su pueblo y las pedanías del entorno. Lo hace en su propio vehículo adaptado con un isotermo.
En cuanto comenzaron la aventura, recibieron la visita de los inspectores de Sanidad, explica Vanesa, que les han dado los parabienes para seguir adelante desde la fábrica oliventina.
Se dice que los negocios tienen mucho de psicología y, también, que los helados se toman más cuando uno está triste. Los datos de las grandes superficies apuntan a que el coronavirus ha disparado el consumo un 76% en los domicilios.
Estos hermanos no notan un aumento del volumen general de ventas porque sus tiendas suelen estar llenas desde marzo. Pero sí que el virus les ha impulsado a emprender un nuevo camino que les está dando resultados. Y también a aprender algo de los pacenses.«Los primeros días, cuando había mucha tristeza, la gente pedía todos los helados más dulces, los megadulces, pero desde el calor de este fin de semana empezamos a servir más helados con agua y más ácidos», justo cuando la desescalada ha empezado sin que sus helados hayan tenido tiempo de derretirse.
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