
Con la feria a ninguna parte
Feriantes sin fecha de vuelta. 1.500 familias extremeñas comen de unas fiestas que o se han suspendido o penden de un hilo. Temen un año en blanco que, con la hucha rota, muchos no podrán aguantar
Rosa Morgado tiene en su casa de Olivenza dos habitaciones repletas de peluches y llaveros. Como cada año hizo su encargo con tiempo a China para llenar su caseta de tiro y comenzar la temporada de ferias por Extremadura. El coronavirus se ha metido en medio y la ha dejado con la inversión hecha, el tráiler guardado en una nave y con un calendario de fiestas tachadas a las que no podrá ir. Ella forma parte de una de las 1.500 familias extremeñas que viven de las ferias y romerías que ciudades y pueblos están suspendiendo en cascada.
Los dueños de los cacharritos, casetas, tómbolas y los turroneros aguantan el invierno con lo que sacan en los meses de primavera y verano. Con la mitad de la temporada ya perdida, temen que la pandemia les obligue a cogerse un año sabático que les pillará con la hucha rota. Por eso, piden a los ayuntamientos ayudas y fechas alternativas antes de que llegue un nuevo invierno que muchos no podrán resistir.
«Una 'corná' en el femoral»
«La temporada de la feria es como la campaña de la aceituna, tenemos seis meses para salvar el año. Lo poquito que teníamos guardado lo pusimos para arrancar ahora y de momento hasta julio ya lo tenemos perdido. A mí me han pegado una 'corná' que me ha roto hasta el femoral». Esto lo dice Julio Naranjo, el pacense que trajo por primera vez los coches chocantes a las ferias de Extremadura hace más de 40 años. Es feriante como lo fue su padre y como lo son sus cuatros hijos. Todos comen de lo que ganan con las fichas de sus dos pistas de coches y una atracción infantil.
«Se está produciendo un efecto dominó con la suspensión de ferias para las que aún quedan cuatro meses. Me parece precipitado. Yo doy la temporada por perdida pero el invierno vuelve y hasta que nos veamos otra vez de feria va a ser muy duro y algunos se van a quedar en el camino», augura Javier Naranjo, uno de sus hijos.
Raúl Gordillo dice que no quiere perder la esperanza, pero reconoce que ya no van a poder remontar el año. Tiene 40 años y lleva 20 encargado de El Quinto Pino, la caseta que nació en Jerez de los Caballeros y que hoy es la meca del baile de las grandes ferias no solo de Extremadura sino del país. Por su caseta pasan solo en la noche de San Juan más de 10.000 personas, animadas por Jorge la Suerte y compañía. En Badajoz precisamente facturan el 30% de toda la temporada, eso ya lo tienen perdido tras confirmarse la suspensión de la feria en junio. Por eso, apuestan porque pueda celebrarse a mitad de octubre y con el mismo formato de nueve días y en el recinto ferial de Caya.
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«La temporada de feria es como la campaña de la aceituna, tenemos seis meses para salvar el año»
Julio Naranjo | Coches chocantes
Tienen en plantilla a 30 personas que durante la mitad del año son como una familia. «Son trabajadores fijos-discontinuos, a los que el 80% de sus ingresos le entra en las ferias y que ahora mismo no tienen ninguna ayuda. Estamos desamparados». Es el mismo adjetivo que usa Javier Naranjo para referirse a la situación que están viviendo los feriantes.
Otra familia del sector es la que está detrás de la caseta de comidas Horacio. Ellos también reclaman que se reprogramen las ferias de la región entre septiembre y octubre. Juan Manuel Gutiérrez y su mujer llevan 35 años ganándose la vida en ferias, fiestas de barrios y romerías haciendo pinchitos morunos, hamburguesas y montaditos. Ya han perdido las fiestas de Santiago de Alcántara, Villar del Rey y La Nava de Santiago y ahora tampoco podrán ir ni a Bótoa ni a la feria de Badajoz, donde hacen la mitad de la caja con la que tiran el resto del año. «Lo que ganamos el año anterior ya está gastado y ahora tendríamos que empezar a recuperarnos. Como no podamos hacer nada en la temporada, lo vamos a pasar muy mal», teme.
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Encerrados y sin llave
Un sector de vocación alegre se ve ahora hundido en el más absoluto pesimismo y sin alternativa de reconversión. Los feriales son, en esencia, multitud. «Ahora tenemos mucha incertidumbre y muchas penas. Estamos en una habitación cerrada sin llave», reconoce Rosa Morgado. Ella pone voz a la plataforma que han constituido los feriantes extremeños en plena pandemia.
Es la que conoce el drama de cada uno que, a efectos económicos, los resume en dos: los que mantienen la cuota de autónomo que están cobrando 661 euros al mes –normalmente lo ingresa solo un miembro de la familia y por tanto, tiene que hacer malabares para sostener al resto– y los que cesaron su actividad cuando terminaron la anterior temporada de ferias que ahora mismo no tienen acceso a ninguna ayuda.
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«El 80% de los ingresos de nuestros trabajadores le entra en las ferias y ahora no tienen ninguna ayuda»
Raúl Gordillo | El Quinto Pino
Para ellos, han pedido socorro directamente a Pedro Sánchez. «No hemos pedido nunca ayudas, pero ahora las necesitamos. Solo pedimos sobrevivir para que cuando llegue el próximo marzo tengamos liquidez y poder retomar nuestro trabajo», reclama.
Morgado recuerda que los feriantes no son esos nómadas en carromatos de antes, sino empresarios –apostilla– «en todos los sentidos: cotizamos, reinvertimos y damos trabajo. Nuestros hijos tienen carreras pero están en la feria porque es el mundo libre que han vivido y les gusta».
No solo han llamado a la puerta de la Moncloa, también a la de todos los ayuntamientos extremeños a los que les han pedido por carta dos cosas: la exención del impuesto de rodaje de unos vehículos que están inmovilizados y del IBI de las naves donde los guardan. «Estamos en una situación crítica», alerta.
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