

Eva María Nevado
Jueves, 2 de junio 2016, 11:59
Entre risas pero con la nostalgia del recuerdo en sus miradas y sus palabras, Carmen, Romualda, Venancia y Carmeli, Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús, rememoran las vivencias de su congregación en las Escuelas Parroquiales de La Farrapa, centro escolar que abandonarán el próximo 4 de julio, tras 46 años de trabajo, por la falta de vocaciones que hace necesaria su presencia en otras comunidades de la congregación.
María del Carmen Marvá, la hermana más veterana de las cuatro que ahora se despiden del centro, vino desde Valladolid con el primer grupo de nueve religiosas que en el año 1970 llegaron a Olivenza para hacerse cargo del centro escolar levantado por Don José Hidalgo Marcos y en el que entonces trabajaban las Dominicas Terciarias.
Como recuerda Carmen, fue la casualidad la que unió su congregación a la ciudad de Olivenza, ya que en un viaje de Don José a Madrid, en el año 1969, coincidió con una de las hermanas en una tienda de objetos religiosos.
El fundador de las Escuelas Parroquiales del Sagrado Corazón le habló entonces de la necesidad de encontrar una congregación que se adaptase al nuevo sistema educativo que entraría en vigor en 1970 y las hermanas buscaban en esas mismas fechas extender su obra hacia el sur de España.
La llegada
Así fue como en el verano de 1970 llegaron a la ciudad un grupo de nueve hermanas que comenzaron trabajando con alumnado de Primaria y con una guardería, aulas a las que se sumaría desde 1976 hasta 1988 una Escuela Hogar. A ella acudían niñas de otras poblaciones que residían en el centro durante todo el curso por no contar con medio de transporte que les pudiera permitir regresar a diario a sus casas.
Poco a poco, el centro fundado en los años 40 gracias a la constancia de Don Jose «con la rodilla y la pluma», fue incorporando diversas etapas educativas y un taller de Corte y Confección en el que estuvo el germen de la Cooperativa Coinsa que funcionaría posteriormente de forma independiente en un edificio anexo al colegio.
De aquella llegada, la hermana Carmen recuerda divertida el enorme calor del verano extremeño, aún más impactante para una zaragozana procedente de Valladolid, y la novedad de trabajar con niños, ya que siempre habían tenido a niñas como alumnas. Pero destaca sobre todo la simpatía y cordialidad de los pequeños y la cariñosa acogida de los vecinos.
Romualda Beloqui, navarra de nacimiento y llegada a Olivenza hace 17 años tras haber trabajado en Colombia y Puerto Rico, y Venancia Juantorena, también navarra y con más de 20 años de trabajo en Olivenza, se unen a la apreciación de la hermana Carmen sobre el carácter abierto con el que fueron recibidas y esa vida de puertas para fuera que llevaba a reunirse a las vecinas para conversar en las puertas de sus casas, sobre todo en las noches de verano.
Carmen Acuña, conocida cariñosamente como Carmeli y la única oliventina de las cuatro hermanas que trabajan en el centro, destaca como el barrio de La Farrapa, un espacio de Olivenza con una marcada identidad propia, acogió a las hermanas y las hizo sentir enseguida como unas vecinas más.
Los recuerdos
A un mes de partir hacia otras comunidades de la congregación, Carmen a Zaragoza, Romualda a San Sebastián y Venancia a Valladolid -Carmeli se quedará unos años más en su ciudad natal-, rememoran algunos de los momentos vividos. Ante la dificultad de elegir solo uno de ellos, puesto que son tantos los que llenan la maleta de sus memorias, destacan el enorme cariño que el alumnado demuestra hacia las hermanas y el centro en general, incluso años después de haber abandonado el centro.
Destaca Carmen la existencia de una agrupación de antiguos alumnos, que, como cada año, el próximo fin de semana se reúnen en la localidad, para mantener su vinculación como grupo y con el centro. Romualda asegura que es enormemente gratificante comprobar como ese cariño y recuerdo permanece en antiguos alumnos que hace décadas estudiaron en el centro y que, como señala Venancia, en algunos casos se emocionan hasta las lágrimas al regresar.
Analizando las actitudes del alumnado, ahora algo más sobreprotegido por sus familias que antes, y cómo han cambiado las herramientas de trabajo, desde aquella multicopista inicial o las pastas de glicerina utilizadas para hacer las fichas de trabajo hasta los medios informáticos actuales, concluye una conversación que recuerda también momentos tristes como la muerte de Don José.
Con esta mirada a 46 años de trabajo, las Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón se despiden de una localidad que las acogió e integró como algo propio, reconociéndolas en 2008 con el título de Hijas Adoptivas de Olivenza, por todo el trabajo realizado tanto en el ámbito educativo como en el social, quedando así para siempre en la memoria colectiva de un pueblo de cuyo crecimiento también han sido artífices.
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