
Eva María Nevado
Viernes, 26 de agosto 2016, 12:54
Las instalaciones de Caser Residencial Olivenza se han llenado hoy de voces infantiles que han compartido con los residentes una mañana de juegos y conocimiento de las costumbres de otras épocas en una nueva actividad intergeneracional que se suma a las dos realizadas ya, en la misma línea, durante el mes de agosto.
En esta ocasión han sido 20 chicos y chicas del Campamento Municipal de Verano, entre 4 y 13 años, quienes han participado junto a los residentes, divididos en dos grupos, en una versión adaptada del conocido concurso Saber y Ganar y un divertido bingo, antes de conocer de boca de los mayores como eran las bodas de antaño, al hilo de la exposición de dos trajes de novios como pieza del mes en el centro, cedida por el Museo Etnográfico Extremeño González Santana.
Mientras que en el gimnasio los más pequeños ayudaban a los mayores a responder algunas preguntas de cultura general en su particular Saber y Ganar, tras conocer que algunos residentes no pudieron estudiar en su infancia por tener que trabajar; en la sala de terapia ocupacional, el pequeño Hugo y Tomás, residente de Caser, sacaban y cantaban las bolas del bingo mientras sus compañeros revisaban sus cartones.
Pequeños y mayores se ayudaban unos a otros a localizar en sus cartones, de gran tamaño, los números cantados por Hugo y Tomás, marcándolos con chapas de botellas e intercambiando algunas bromas e historias durante el juego. Concluidas varias rondas del juego, llegó el momento de conocer cómo se vivía en otras épocas.
Con la citada temática de las bodas de antaño como referente, los más pequeños, acompañados de Laura Bernáldez, coordinadora del Campamento de Verano, y dos monitoras más, preguntaron qué se comía en los enlaces, si disfrutaban de un posterior viaje de novios o cómo se conocían las parejas.
Teresa, Bernarda, Amalia o Loli fueron algunas de las residentes encargadas de contarles como las parejas más afortunadas pudieron viajar, por ejemplo, a Córdoba y otras al día siguiente de su boda volvieron a segar o a realizar algún otro trabajo del campo.
Los dispares tipos de ajuares, que se mostraban en casa de la novia el día antes de la boda, la presencia de una persona siempre cuando las parejas se querían ver mientras eran novios o la imposibilidad de vivir juntos sin estar casados sorprendieron a los chicos y chicas antes de concluir la mañana con un helado con el que fueron obsequiados al término de la actividad.
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