La aldea de San Jorge de Alor se vuelca para honrar a su Patrón
La localidad celebró el día de San Jorge, última jornada de las ferias y fiestas patronales, con una misa presidida por el obispo de Jaén, Amadeo Rodríguez Magro, tras la que se celebró la procesión del Santo, una matiné, una verbena y la quema de una colección de fuegos artificiales.
juan miguel méndez peña
Lunes, 24 de abril 2017, 00:45
El domingo la aldea de San Jorge de Alor amaneció con los sonidos de la diana floreada que ofreció la banda de música de la Sociedad Cultural La Filarmónica de Olivenza. Se notaba que hubo quien empalmó la noche con el día, pues la orquesta del sábado y la sesión de disk-jockey en el campo de fútbol invitaron a ello.
Aún así, a las 11:30 horas la pequeña iglesia de la localidad estaba atestada de fieles y visitantes. El medio millar de habitantes de la pedanía oliventina se multiplicó en los últimos días. Muchos, emigrantes, hacía años que no volvían al pueblo el día del Patrón.
Aunque no estaba previsto, la misa dominical en honor de San Jorge Mártir fue presidida por monseñor Amadeo Rodríguez Magro (San Jorge de Alor, 1946), desde hace casi un año obispo de Jaén y que también lo fue de Plasencia (2003-2016). Precisamente en la capital del Jerte recogió en estos días el título de Hijo Adoptivo de Plasencia y aprovechó su presencia en Extremadura para visitar su aldea natal y estar con sus paisanos.
Concelebrada también por el párroco pedáneo, Marceliano Guerrero Montero, y el sacerdote Manuel Santos Durán, que lo fue también desde 1965 y dejó huella, a juzgar por las muestras de cariño manifestadas por los vecinos tras la eucaristía.
En su homilía, el actual obispo de Jaén manifestó su alegría de volver a su pueblo y bromeó diciendo que desde esta semana también tendrá que compartir vecindad con Plasencia. Aprovechó para glosar la figura de San Jorge de Capadocia, figura histórica que la leyenda ha convertido en héroe, pero que para Rodríguez Magro el cristianismo lo ha convertido en un testigo de fe, pues siendo de buena familia y poseyendo una posición social privilegiada y con poder, decidió convertirse para después ser martirizado por ello. Que el ejemplo de San Jorge que hoy ensalzamos siga convirtiendo, en vez de mártires, testigos de fe, concluyó el prelado.
Bajo un sol de justicia la pequeña plaza de la aldea, en estos días con una tarima de madera provisional por encontrarse en obras, se llenó de personas que buscaban la sombra a la espera de la salida del Patrón para procesionar por las calles. Seguramente al otrora párroco, Manuel Santos, se le pasaría por la mente cómo allá por 1967 se remangaba la sotana para trabajar pico y pala en ristre junto al entonces alcalde, Segundo González Cabaña, para explanar y encementar por primera vez plaza.
Las casetas de Luis Marín estaban abiertas desde primera hora y se notaba la necesidad de refrigerarse con el avituallamiento que servían en ellas y en la terraza del bar San Jorge. El himno de San Jorge amenizado por La Filarmónica sonó a la par que el toque manual de campanas desde la espadaña de la iglesia, mientras el olor a pólvora y el tronar de los cohetes anunciaba el comienzo de la multitudinaria procesión. Y salió la imagen portada por una decena de vecinos ataviados por un traje caqui que evoca al de los militares o de quintos recién licenciados, que eran quienes antiguamente cargaban cada año con las andas del Patrón.
La talla ecuestre de San Jorge lanceando al dragón fue paseada por las principales calles de la localidad al son de las marchas de La Filarmónica, mientras los feligreses y visitantes se agolpaban en las aceras buscando la sombra. Músicos y porteadores tenían sus propios aguadores para sofocar el calor y la sequedad bucal provocada, en algunos casos, por los días de fiesta precedentes.
El paso del Patrón, decorado con rosas y claveles rojos, regresó a la pequeña plaza donde se instaló en el atrio de la iglesia, donde el público pudo fotografiarse y empezar la última jornada de las fiestas patronales, que concluyó con una matiné, la verbena y la quema de una colección de fuegos artificiales al filo de la medianoche.
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