JUAN MIGUEL MÉNDEZ PEÑA
Martes, 13 de marzo 2018, 16:42
Dice un conocido proverbio africano que 'cada anciano que muere es una biblioteca que se quema'. Más aún cuando alguien fallece sobrepasando los 100 años de edad, como es el caso de Rufina Fernández Toro, cuya luz se apagó el pasado 9 de marzo, a los 104 años. Se trataba de la segunda persona de más edad de Olivenza, tan sólo superada por la vecina Guillerma Valerio González (105 años), aunque sí era la usuaria de más edad de la Residencia de Mayores 'Virgen de Guadalupe', donde se trasladó en 2012 junto a su marido, José Morales Aguilar (1913-2014).
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Aunque pasó más de la mitad de su vida en Olivenza, Rufina Fernández nació el 2 de noviembre de 1913 en la vecina localidad de Táliga, donde también fue enterrada el pasado 10 de marzo. «Yo no tuve juventud ninguna, porque con 20 años se me murió un hermano con 29 y a los cuatro o cinco años estalló la Guerra, donde tenía a todos mis primos y a un hermano que fue herido, y me vistieron de luto», rememoró la propia Rufina en el documental 'Once mujeres' realizado en 2007 por la oliventina Milagros Rodríguez, y que aborda la educación sentimental de las mujeres extremeñas de la posguerra.
En ese mismo documental recordó cómo conoció a su marido, José Morales, natural de Higuera de Vargas, cuando volvía de la guerra, donde tuvo que luchar obligado en el bando nacional frente a sus propios hermanos, que estaban en el republicano. Pese a ello, José se enorgullecía de no haber disparado jamás el fusil porque le asustaba y por temor a matar a sus hermanos. Según su familia, cuando empezó la democracia, fue de los primeros en afiliarse UGT y el PSOE.
Familia y vejez
«Esa mujercita podría ser la abuela de mis nietos», fue lo primero que comentó el propio Morales nada más conocer a Rufina, con quien finalmente se casó y tuvieron dos hijas y un hijo. José trabajó como arrendatario en diferentes fincas del término de Olivenza y Rufina se dedicó a la crianza de sus hijos, ya que había dejado su oficio de costurera, aunque mantuvo su pasión por el oficio hasta que su vista y las manos se lo permitieron hasta casi los 80 años.
Vivieron la postguerra en el campo, siendo su primera residencia un chozo, donde criaron a sus tres hijos, hasta que consiguieron trasladarse a una finca que contaba con una pequeña casilla de dos habitaciones: una cocina-comedor donde hacían vida y un único dormitorio. Rufina fue muy poco tiempo a la escuela, «pero tenía una caligrafía preciosa y enseñó a leer y escribir a mi madre y mis tíos», ha declarado a este diario su nieta, Alicia Cordero Morales, quien recuerda que Rufina sobrevivió a todas sus hermanas y hermanos, la mayoría también nonagenarios, además de a sus cuñados y a su propia hija.
Este diario también dio cuenta de la celebración del 103 cumpleaños de Rufina Fernández, que además de tres hijos, tuvo 10 nietos y 16 biznietos. El matrimonio vivió en el campo hasta que José se jubiló y se trasladaron a vivir a Olivenza.
Desde siempre, Rufina mantuvo firmes creencias religiosas. En su vejez, veía la misa por la televisión todos los domingos, aprovechando que José se iba a pasear todas las mañanas, pues él prefería los deportes y los toros, además de la lectura; y mientras Rufina cosía, ambos escuchaban la radio a menudo. Bastante metódico, siempre comían y cenaban a la misma hora, viendo «el parte» (Telediario), pues a José le gustaba estar informado para comentar la actualidad con sus compañeros de paseo o sus familiares.
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Estuvieron juntos hasta que Rufina enviudó en 2014. Desde entonces la memoria de la centenaria abuela se fue resintiendo paulatinamente, tras más de un siglo siendo testigo del devenir de Olivenza y su comarca, con una dilatada experiencia vital y la sabiduría acumulada de quien puede considerarse uno de nuestros últimos eslabones con un tiempo pretérito que pronto nadie podrá contarnos en primera persona.
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