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Pieza del mes de julio en el Museo de Olivenza. CEDIDA
Unos tallos de laminaria o dilatadores uterinos, pieza del mes de julio 2020 en el Museo de Olivenza

Unos tallos de laminaria o dilatadores uterinos, pieza del mes de julio 2020 en el Museo de Olivenza

Estos tallos dilatadores, ubicados actualmente en la Consulta Médica del Museo, fueron donados por la familia Rodríguez Ramírez en 1993

Domingo, 20 de septiembre 2020, 03:01

La dilatación, en un parto, consiste en la desaparición del cuello uterino y en su ensanchamiento progresivo hasta alcanzar un diámetro de, aproximadamente, diez centímetros.

También facilita el acceso a la cavidad endometrial cuando es necesario introducir instrumentos quirúrgicos para intervenciones intrauterinas como el aborto.

Antes de la generalización del uso de fármacos para conseguir la dilatación, si el cuello uterino no lo hacía por sí solo, se utilizaban, entre otros métodos, unas barras llamadas tallos de laminaria. Se presentaban, como se ver en las que muestra el Museo Etnográfico Extremeño 'González Santana' de Olivenza, de diferentes grosores, unos 6 centímetros de largo y un hilo en uno de sus extremo. Aunque parecían de madera, estaban compuestos por algas marinas desecadas y comprimidas que, al estar en contacto con las secreciones uterinas, absorbían fluido y se expandían gradualmente produciendo la dilatación.

Según informa el Museo, la colocación de los tallos de laminaria en el cérvix uterino se realizaba con pinzas de Forester, dejando los hilos asomar por el orificio cervical. Se empleaban en el aborto para poder meter la legra y raspar el interior; y en el parto para iniciar la dilatación y continuar rompiendo la bolsa. Si bien no alcanzaban el total de dilatación hasta las 12-24 horas, es cuantificable un efecto clínico después de tres horas.

Hay que remontarse a la antigüedad para tener conocimiento de la práctica de dilatación en ginecología. En el Papiro de Ebers (1500 a.C.) ya se describían sustancias abortivas que de alguna manera producían dilatación. Las sondas greco-romanas se introducían en la vagina. En 1844, Simpson realizó trabajos de dilatación con esponja comprimida, y, en 1862, Mario Sims sustituyó este método por el tallo de laminaria, que se hizo popular rápidamente gracias a las grandes ventajas frente a la esponja, que producía muchas infecciones. El tallo, en cambio, por su forma compacta, era más fácil de esterilizar.

Este método de dilatación uterina fue reemplazado por otros más modernos, utilizándose en la actualidad alternativas farmacológicas más efectivas.

Estos tallos dilatadores, ubicados actualmente en la Consulta Médica del Museo, fueron donados por la familia Rodríguez Ramírez en 1993.

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